Las historias que hablan del yeti o del bigfoot nos son conocidas a todos en mayor o menor medida. Esos grandes seres humanoides, estrellas del mundo de la criptozoología, están bien arraigados en la cultura popular y son objeto de estudios, de campañas de búsqueda, de programas de misterio, etc. Hasta la fecha las evidencias de su existencia son nulas. Lo cual no supone obstáculo para que exista mucha información sobre ellos. El bigfoot o pie grande es propio de bosques de Norteamérica, mientras que el yeti o abominable hombre de las nieves frecuenta los parajes nevados circundantes al Himalaya. Ambos son formas hominoideas de un tamaño superior al ser humano. De entrada, los únicos animales conocidos capaces de ajustarse a dicha descripción serían gorilas, orangutanes, chimpancés o bonobos y ninguno de ellos habita esas regiones. Estaríamos hablando de individuos desplazados de su hábitat habitual (lo cual es altamente improvable) o de especies nuevas desconocidas. Pero existen especies extintas que se ajustan a las descripciones, que sabemos que existieron y que además convivieron con el ser humano.
Los gigantopithecos son los mayores simios conocidos que han habitado el planeta. Antes de seguir conviene aclarar que no se encuentran en la línea evolutiva del hombre si no que son antepasados de los orangutanes. En esta misma línea evolutiva se piensa que el Sivapithecus es un antepasado todavía anterior que vivió hace alrededor de 7 millones de años. Los Gigantopithecus aparecen en el Pleistoceno, hace un millón de años y sus restos fósiles llegan hasta hace apenas unos 100.000 años. Se han encontrado restos en zonas de China y de Vietnam. El Gigantopithecus blacki es la especie mejor conocida y de la que se conservan mejores fósiles. Su descubridor fue Ralph von Koenigswald (1902 - 1982) quien, en el año 1935, compró cuatro molares en farmacias de Hong Kong y Cantón. Habéis leído bien, en farmacias. La medicina tradicional china confiere propiedades curativas a los fósiles a los que denomina "huesos de dragón" y durante años se ha dedicado a recolectarlos privando a la ciencia de un buen número de piezas que sin duda habrían reportado valiosa información. Ralph von Koenigswald dedicó cuatro años a estudiar a la nueva especie de simio gigante hasta que fue hecho prisionero en la Segunda Guerra Mundial.
Reconstrucción del Gigantopithecus blacki donde se puede apreciar su colosal tamaño. |
De Gigantopithecus blacki se conservan tres mandíbulas y más de mil dientes. Desde su descubrimiento está claro que se trata de los mayores primates de la historia. En comparación con la mandíbula de un gorila actual, las tres que se tienen de Gigantopithecus son mayores, especialmente una de ellas que se cree que pertenecía a un macho. Estas mandíbulas son robustas y sus dientes anteriores (incisivos y caninos) son relativamente pequeños, mientras que premolares y molares son anchos y grandes y con una gruesa capa de esmalte. Debido a estas características, en un principio se situó a los Gigantopithecus en la línea evolutiva humana por analogía con las mandíbulas de los Paranthropus, pero se vió que sólo se trataba de un caso de convergencia evolutiva entre ambas especies y que verdaderamente, los gigantopitecos eran antepasados de los orangutanes.
Estudiando los escasos restos fósiles se han realizado estimaciones cuyo resultado es que estos animales debían medir alrededor de 3 metros de altura y pesar entre 300 y 500 kilogramos, es decir, serían dos o tres veces más grandes que un gorila. Se piensa también que serían cuadrúpedos y rara vez adoptarían una postura erguida. Debido a este descomunal tamaño, es de suponer que se desplazarían por el suelo (la mayoría de árboles no soportaría su peso) y dada su dimensión y con el análisis de los dientes encontrados, su dieta estaría basada en un recurso vegetal duro y fibroso que requería una fuerte masticación. Muy probablemente este recurso fuera el bambú.
Comparación del cráneo de un Gigantopithecus, un gorila y un humano donde se aprecia la escala de tamaños. |
Por tanto, estos primates antropomorfos gigantescos convivieron con el hombre actual, el Homo sapiens y cabe la posibilidad que las historias y leyendas que giran en torno al yeti o al bigfoot sean reminiscencias de tiempos remotos donde sí era posible encontrar en los bosques asiáticos a unos simios enormes. ¿Serían estos el famoso yeti? ¿O el bigfoot? En cualquier caso, la ciencia siempre ofrece una respuesta más racional que la mitología.
Estremecedor documento gráfico que aclara de una vez por todas y de manera tajante la existencia del bigfoot. |
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